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martes, 1 de febrero de 2011

LAS "FLORECILLAS" DE SAN JERÓNIMO.


"Episodios de bondad y santidad en la vida de un cristiano que se hizo apóstol por el amor de Dios".

Las llagas, las heridas, los males de todo tipo que Padre Jerónimo curaba por doquier, no se pueden contar.

Tenía un ungüento especialísimo, verdaderamente maravilloso, mágico, que curaba todo, llagas, mal de garganta, fiebres y dolor de muelas, la peste y también la sarna. Los santos son unos listorros; por amor a la humildad intentan ocultar todo lo que hacen, especialmente las cosas prodigiosas.

Pero una buena mañana la gente no creyó ya en la potencia del ungüento milagroso y dijo que el invento del Padre Jerónimo era uno sólo: su santidad y sus oraciones.
Y era la pura verdad.

1. BRAVURAS DE SANTOS

Un hermoso día, en Venecia, padre Jerónimo salía de San Marcos, la basílica toda de oro por dentro y por fuera como un sol, en la plaza Grande, que una igual no la encuentras en el mundo, ¡qué hermosa es!

Le sale al encuentro un cierto hombre que, más o menos, -oye aquello que dice- entiende que debe tener algún problema con los sobrinos por el comercio de la lana.

Durante el discurso he aquí que a un cierto punto aquel se calienta, se enciende como el hierro en las brasas de la fragua, y empieza a gritar.
Padre Jerónimo que es un buen hombre y tranquilo, busca la forma de calmarlo y hacerle entrar en razón; ¡pero qué!... aquel hombre, de forma grosera, arranca con una letanía de injurias y termina amenazándole: ¿Pero no sabéis, Señor Jerónimo, que yo os arrancaré la barba pelo a pelo?

¡Esto es demasiado! Esta vez verás que el patricio defenderá su honor cubierto de insultos groseros dichos a la cara, delante de tantos vecinos. También él es consciente de las palabras recibidas.
Y en lugar de ... ¡no! Oye lo que le responde: “Cuando a Dios, así  plazca, aquí me tienes preparado; y haz de mi lo que te plazca”. Y extendió el mentón hacia el grosero; después sonríe mirando todavía a aquel pobrecillo, que primero se queda allí confuso, después se retira como perro apaleado.

¡Pobre hombre si se hubiese osado a tanto hace algunos años!, comenta la gente.
Seguro. Entonces su mano se habría dirigido a la espada, la espada habría salido de su vaina y... una vez fuera, no te aseguro cómo habría terminado. Ahora, en cambio,...

Imítalo, si puedes. Tú también serás capaz de acciones heroicas.


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