5 - LOS DOS BLASFEMOS
En una vieja casa, a orillas del Adda, en el Valle de San Martín, vivían dos hermanos. Se odiaban a muerte; este odio venía desde muy atrás. Si se encontraban en la calle se enzarzaban violentamente, y la gente no se atrevía a acercarse.
Un día se encontraban así. No se habían visto todavía, y se acaloraron: empezó un huracán de imprecaciones, injurias, amenazas, blasfemias. Qué tendría que ver Dios con ellos, no lo sé. Pero era así, parecían encolerizados.
En aquel momento pasaba por allí padre Jerónimo, con la alforja a la espalda y con un paso cansado. Había llovido durante todo el día; y se había cansado, como pocas veces, andando en busca de sus muchachos bajo el agua y el barro.
Al oír aquellas injurias y aquellas blasfemias le duele el corazón y se pone entre ellos a separarlos.
Les ruega, les exhorta a poner fin a aquel escándalo:
- ¡Oh, hijos míos! ¿Qué mal habéis recibido de Dios y de la Beatísima Virgen para injuriarlos así con vuestras lenguas? No, no; ¡basta!, ¡por caridad!.
Es inútil. Estos tienen el corazón de piedra.
Entonces, padre Jerónimo, llorando, se arrodilla en medio del camino, coge a manos llenas el barro del suelo, llena su boca y masticándolo:
- Desde el momento que vosotros no queréis parar de blasfemar, dice, tampoco yo terminaré de hacer penitencia con mi boca, para que el gran Dios, que así ofendéis gravemente vosotros con la vuestra, desde allí arriba no os fulmine.
Y aquella santa boca, que desde hace mucho tiempo por mortificación y penitencia no conoce nada más que pan duro y agua, continúa a masticar el barro del camino.
Paran entonces de pelearse. Sus labios han sentido un temblor de conmoción.
Se miran a los ojos. Se abrazan con lágrimas de arrepentimiento y de perdón. Se han reconciliado entre ellos y con Dios.
Ha vencido el padre Jerónimo que, contento, recoge su alforja, su bastón, su camino con paso cansado, limpiándose con el dorso de la mano los labios todavía sucios de barro.
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