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miércoles, 2 de febrero de 2011

LAS "FLORECILLAS" DE SAN JERÓNIMO (4)


 4 - ESPIGAS Y ALMAS

Lanzaban reflejos dorados las espigas al sol de junio, aquel año de 1532.
Y al pasar, por los caminos próximos, habrías sentido el sabor del pan recién hecho.
¡Bendición de Dios! ¡Cuánto pan ha hecho la tierra!
Pero no había quien empuñase la hoz para segar la dorada crin de los campos, porque la peste había segado las vidas.
Fue entonces que las campañas del Bergamasco vieron a aquel que las campañas latinas habían visto en los días del “Cincinnato”.
Padre Jerónimo, el patricio de la Serenísima, se ha hecho campesino.

No le resistía el corazón que tanta gracia de Dios se perdiese; y recogiendo cuantos campesinos pudo, empuñó él también la hoz  y durante un mes pasó segando de campo en campo sin descanso y con el ardor de un peón infatigable.
Pero allí ninguno sabía realmente quien era. Sólo esto sabían los campesinos que el forastero venido de lejos, les hablaba de Dios con palabras que hacían llenar el corazón de ternura, pedía en compensación del trabajo un trozo de pan y un vaso de agua, dormía en el suelo o sobre un poco de paja, pero durante poco tiempo, porque la noche la pasaba de rodillas, llorando y rezando, que hacía llorar al verlo.
Les hablaba de Dios; y conmovía. En los ratos de descanso llevaba a los trabajadores a la sombra de una gran morera, les hacía sentar, y allí, de pie en medio de ellos, empezaba a hablar. Era una palabra sencilla, y oportunamente narraba ejemplos de la Biblia y hechos de la vida de los santos.
Volvían después al trabajo casi a regañadientes.

Y mientras en los campos las doradas espigas caían al paso de la hoz, en el cielo, a pleno sol, resonaban alegremente las voces de los segadores cantando a la Virgen.
Así, sudando, entre una espiga y otra segaba un alma para Dios.

Era el premio que el cielo le daba, porque se había hecho campesino.

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